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Hielo y nieve

Hielo y nieve

Cuando las temperaturas caen por debajo del punto de congelación, y hay suficiente agua en las nubes, pueden producirse nevadas. Las tormentas de nieve pueden provocar con rapidez trastornos en zonas habitadas si la temperatura del suelo es lo bastante baja para que la nieve cuaje.

A medida que aumenta la nieve acumulada, el tráfico rodado, ferroviario y aéreo pueden verse afectados o detenerse por completo debido a rutas infranqueables o condiciones demasiado peligrosas para arriesgarse a viajar. Las personas pueden quedar atrapadas en sus vehículos, sin otro recurso que no sea esperar a que mejoren las condiciones o a recibir asistencia. La infraestructura se pone en peligro si fallan los generadores eléctricos, lo que deja a los residentes vulnerables en riesgo de hipotermia.

Si las temperaturas se mantienen bajas, la nieve permanece hasta que sea retirada físicamente y la nieve compactada debajo forma capas de hielo. El hielo, en la superficie del agua o bajo la nieve compactada, crea condiciones peligrosas y puede ocasionar lesiones si las personas se resbalan y se caen. Los cursos de agua pueden congelarse, impidiendo que los residentes accedan a agua limpia o calefacción.

Si la temperatura aumenta con rapidez y todavía quedan grandes cantidades de nieve y hielo, pueden derretirse y formar inundaciones súbitas que suponen una nueva forma de desastre para la zona afectada.

Además de la nieve que afecta a las zonas habitadas, los barcos en alta mar también se enfrentan a los peligros del hielo.

Las rutas marítimas en las regiones polares, donde las condiciones cambian de manera impredecible, pueden ser peligrosas. Los satélites pueden servir de ayuda para examinar estas rutas, identificar riesgos para el tráfico marítimo y localizar barcos que puedan haber quedado atrapados en el hielo.

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